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sábado, 24 de noviembre de 2012

Prólogo

  Julia llegó a casa de su amiga Marta. Parecía una noche cualquiera, de fiesta. Pero ella no sabía que esa noche su vida cambiaría para siempre, y no precisamente para bien. Que dejaría una huella que nadie podría borrar en su corazón.
  La fiesta apenas acababa de empezar, pero ya había mucha gente.
  -Cuánta gente… -le dijo Julia a Carla, la hermana de Marta. Se llevaban bastante bien las tres. Bueno, y Sofía y Alicia.
  -Y cuántos tíos –respondió Carla, sacando unas cuantas risas por parte de Julia-. Oh, por fin vuelves a reír. Pensaba que no te recuperarías nunca.
  Julia suspiró. Sí, había llevado muy mal el que Alfonso la dejara. ¿Por qué? ¡Pero si les iba muy bien!
  -Vamos, tampoco es para tanto. Ya estoy mejor –mintió Julia, pero no logró engañar a Carla.
  -Pss, a mí no me mientas, que te conozco demasiado bien… Anda, vamos a tomarnos algo –dijo Carla, mientras la arrastraba hasta la mesa con las bebidas-. ¿Qué quieres? 
  -Una coca-cola.
  Mientras Carla se la servía, llegó Marta acompañada de un chico.
  -¿Qué, os va bien? –les preguntó Marta, aunque no les dejó responder- Os presento a Daniel, mi primo. Es de Madrid, pero se ha venido aquí a vivir con su padre, mi tío.
  -Encantada –dijo Carla, mientras le daba dos besos. Ella no tenía vergüenza, Julia la envidiaba por eso. Podía hacer cualquier locura en el instituto, le daba igual lo que la gente pensara. Pero Julia era todo lo contrario, era muy reservada y sólo se soltaba con sus amigas. 
  Así que Carla tuvo que empujarla a que lo saludara, con un codazo.
  -Lo mismo digo –oh, qué guapo era aquel chico. Julia pensó que si se quedaba así iba a parecer una idiota, así que le dio dos besos. La verdad es que el chico también la miraba.
  Entonces llegaron Alicia y Sofía, y Daniel se fue con un amigo.
  -Qué, ¿ligando ya, eh? –dijo Sofía, que no se le escapaba nada. Carla le mandó una mirada asesina, Sofía debería saber que Julia no estaba para eso.
  -Tranquila, Carla –dijo Julia, que advirtió la mirada-. Ya te he dicho que lo he superado, aunque no me creas. Y si hace dos minutos no lo había superado, pues ahora sí. Por Dios, qué guapo que es ese Daniel.
  -¡Toma ya! –dijo Alicia, mientras chocaban los cinco- ¡Esa es mi Julia, rompiendo corazones!
  -Venga, calla, que no he roto ningún corazón.
  -¿Qué no? ¿Te acuerdas de Niel, el chico ruso que vino en segundo de la eso? –Julia asintió- ¡Pues estaba coladito por ti! Y cómo se puso cuando se enteró de que estabas saliendo con Alfonso… ¡Se quedó con las ganas!
  -Sí, ya. Pero tampoco digas mucho, que tú tienes enamorados a todos los de tercero!
  -¡Uy, sí, que bien, de tercero! –dijo Alicia en tono irónico.
  -Oye, no te burles, que hay algunos muy guapos… -dijo Marta, que estaba con un chico un año menor.
  -Que la enamoradita se nos cabrea… -dijo Sofía.
  -Bueno, venga, vamos a llevar a Julia con Daniel, que ella sola no se acerca a menos de tres metros de él –dijo Carla, empujando a Julia.
  El tal Daniel era un chico formidable. Era muy, muy guapo, atento, valiente… Oh, era perfecto a ojos de Julia.
  Cuando Julia llegó a su casa, sus padres ya estaban durmiendo, así que tuvo cuidado de no hacer ruido, no quería despertarlos. Al día siguiente no había instituto, era fiesta, pero sus padres sí tenían que trabajar. Debían descansar. Se metió en la cama enseguida, estaba muerta de sueño. De no ser por que no aguantaba más, esa noche no habría podido dormir. Esta enamorada de Daniel. Él era perfecto. Tan, tan perfecto...

Demasiado perfecto.